
“Les choristes”, conocida en Latinoamérica como Los chicos del coro y como Los coristas, se estrenó en el 2004 y la dirigió Christophe Barratier. La historia está basada en la película La cage aux rossignols de 1945, y cuenta con la participación del recientemente fallecido Jacques Perrin, protagonista de una de las escenas más emotivas e inolvidables de la historia del cine en Cinema Paraíso (1988).
El film transcurre en un internado rural francés en 1949. Allí los niños, que padecen los problemas económicos y sociales propios de un escenario de posguerra, son sometidos a una dura disciplina y a una pedagogía basada en el castigo. El maestro Clément Mathieu, interpretado por Gérard Jugnot, es el que va a hacer la diferencia. Con una gran sensibilidad y empatía ofrece a sus alumnos una salida frente a una educación represiva a través de la creación de un coro. La idea del arte como un medio de transformación también se plasma en Billy Elliot (2000), por ejemplo.
Ante la pregunta al director de por qué le interesaba retratar la niñez, respondió que tuvo una infancia dolorosa, con padres abandónicos: “Muchas veces me encontraba contándome historias a mí mismo. En cierta manera, ya escribía películas”.
Es interesante hacer un paralelismo con el modelo pedagógico que se ve en Los 400 Golpes, de Francois Truffaut. El personaje de Antoine Doinel (interpretado magistralmente por Jean-Pierre Léaud), proveniente de una familia obrera desmembrada, es rechazado por el corrompible e indiferente mundo de los adultos. En la escuela reina la lógica del castigo y el desentendimiento. Con similar panorama se encontró Clément Mathieu en Los Coristas.
Ante la decadencia del sistema educativo es útil ver estas películas para llegar a la conclusión de que la educación tiene que ser emancipadora, brindando herramientas reales de conocimiento, con el fin último de transformar la realidad.
